miércoles, 5 de agosto de 2009

Infierno esdrújulo






Es el infierno.
Un cárabo loco que se ensaña aleteando en tu ventana,
el insomnio que te obliga a soportarlo en su porfía,
una pesadilla inmovilista en la que corres y no avanzas,
en tanto unos ojos inyectados en sangre
presencian tu estática impotencia.

Es una egragopila gigante de huesos humanos
un antropofágico apetito al filo de tu humanidad.

Es el averno.
El bisbiseo psicofónico de las casas viejas,
la reciedumbre para perdonar las faltas leves,
el gato esclerótico que tiene hambre,
su antagónico animal aullando lunas.

La muchedumbre de estántigas que acecha al esquizoide
la salud vencida en gráficos
que se rinden a la vertical gravitatoria.
Son las cuencas vacias donde hubo unos ojos,
la mano presa en cavidades infestadas de miriápodos,
la oscuridad de Poe,
los escenarios de Lovecraft.

El inventario inconfesable de nuestro hemisferio
Mr. Hyde de paseo por nuestras conciencias:
¡Somos nosotros!
una polisíndeton de ciénagas
vernáculas sabandijas de sus lodos.


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