jueves, 23 de julio de 2009

DECALOGO DE UNA MAÑANA


Despertar,
desperezando atrófias de cerebros de túmulo.
Desayunarse,
con la enmienda color lácteo de nuestras prerrogativas.
Caminar,
hollando las veredas con los moldes del olvido.
Respirar,
inhalando los pecados inexpiables
exhalando la paraplejia de las costumbres inveteradas.
Alimentarse,
con el cedazo salutífero de los transgénicos troyanos del espíritu
y de la mesa.
Exonerar,
aliviándose de las miasmas de los mixtificadores púlpitos.
Luchar,
por las comisuras distendidas de las infancias dichosas,
por un gineceo de mujeres sin golpe ni mácula,
por las venerables ciencias de los ancianos.
Servir,
a los hijos de la necesidad.
Creer,
a los hombres que se dejan ver.
Amar,
Urbi et orbi, como dioses, con un amor de fiera filantrópica,
amar en una eternidad de fracciones de microscópio.


Morir,
acompasados al tiempo de nuestras perpetradas iniquidades
para morir beatíficos

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