jueves, 10 de septiembre de 2009

Los Chivos

" El Calvario"-Roberto Ossaye crea dentro del lienzo su propia revolución. Una lucha que no se manifiesta en aspavientos, en alaridos cromáticos ni en climáticos arrebatos de exaltación. Su obra posee el peso y la contundencia de una disensión bien planteada, concreta, inapelable. El terror de la dictadura de Ubico aparece reflejado en rostros que bordean el grito y el dolor.
El conflicto no está en la representación de hombres armados, sino de hombres que se tragan su llanto y que esperan austeros el momento del golpe. Estos juegos visuales no eran fácilmente perceptibles por la oficialidad guatemalteca. Pero a su modo, Roberto Ossaye pelea y gana una revolución silenciosa, aterida al lienzo y al retrato de una sociedad angustiada pero vital y poderosa.




Conjugarás el imperativo
monocorde y diapasón,
repudiando las gramáticas transitivas
en una satrapía de pronombres.



Someterás la ósmosis de los carteros
a los renuentes de tus espejos,
aquellos que pisen tus sombras,
algunos réprobos de lo infalible
y a estos veraces en sus rapsodias.



Condenarás a los Houdini de tu retórica,
todas las ciencias,
un lápiz de trazo díscolo,
un rotativo que no rota en tu eje,
al mariscal prestidigitador de blancas palomas
a los pájaros y a los masones
y a los cojos, por su heterodoxia de los desfiles.



A tu diestra
sentarás a los cateteristas de tendencias,
a los domados piafantes de entelequias,
empachados feligreses de tus obleas,
parlamentarios okupas de pesebre,
dos celdas, propiedad conmutativa de sufraguistas
y un gobierno jaculatorio de gorgoritos.



En la soledad,
te obsesionarán los ángulos,
los diletantes fariseos de tu himno,
la endeble arquitectura del miedo,
el dedo del magnicida.

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