Esta crisis no es plato de buen gusto. Y si no que se lo
pregunten a toda esa gente lastrada por un ánimo granítico, como expiando una
culpa que ni siquiera es suya, bajo las amenazas informativas de los heraldos
políticos de la información(prensa-r-comprimir-extorsionar) que auguran que viene el coco disfrazado de
justiciero de lehman Brothers. Las crisis, ya se sabe, nos arrebatan muchas cosas
innecesarias, incluida la ilusión que no siempre se nutre de ideas pragmáticas.
Inmerso en ella-nadie se salva- la padezco con mayor rigor en las
manifestaciones de “otro” que activan los resortes de mi empatía.
A comienzos de semana me visitó José Manuel,
un amiguete que no ha podido hacer frente a la onerosa hipoteca de su casa y
está en proceso de expropiación por el banco, (véase también ixodoidea) . En lo
que a mí respecta, la verdad es que tengo suerte, porque mi vivienda es una
herencia de mis padres y salvo tributar a hacienda, pocos riesgos se derivan de
su usufructo. José Manuel está hecho polvo y la idea de un desarraigo abocado
al arrendamiento con casero, me cuenta que le deprime. Desestimo la idea, por
inconveniente, de comentarle -para relativizar
su desgracia- algo sobre la indigencia de los sin techo y la pernocta sobre sábanas de cartón bajo las pilastras
de un puente, que a mayor inri, no
sea patrimonio de la Unesco.
A media mañana he
recibido otra visita. Esta vez ha venido mi primo que está en horas bajas
porque después de veinte años de abnegados servicios a su empresa, esta le ha
señalado la puerta y le ha dicho que se ponga del lado que cuelga el picaporte.
Yo para consolarlo le digo que mire la parte positiva, que ahora dispondrá de
tiempo para sus cosas y que podrá hacer como yo, quedarse plácidamente en la
cama todas las mañanas sin someterse a esos espartanos madrugones a las cinco
am. Pero este consuelo le sirve de poco a mi primo desempleado. Se preocupa por
su futuro. Lo intangible de ese tiempo, convierte en estéril la filosofía estoica
de que la falta de perspectivas, en ocasiones, puede ser tan nefasta como una
perspectiva predefinida si te conduce a donde no quieres.
Hay incluso una
vertiente de la crisis que afecta a la líbido. Así, mi hermano me confiesa a
los pies de la cama que el estrés provocado por la volatilidad del mercado
laboral, le está afectando en su parte más concupiscente -que es una palabra
muy larga para definir un síntoma que te la pone corta- y atraviesa una etapa
sexual poco activa. Yo alcanzo a entenderle porque hubo una época en la que la
privación del sexo me parecía más difícil que masturbarse en una depuradora una
mañana de invierno, pero todo es susceptible de cambios y ahora el sexo es un
pensamiento aséptico, una construcción mental que me hago observando a una
enfermera con su batín de un blanco impoluto, todo ello sin efecto catapulta.
No quiero parecer insensible. Todos tenemos derecho a
alimentar un sueño. Ya lo decía Rubén Darío: “Pues si te empeñas en soñar, te empeñas en aventar la llama de la vida”.
No, no es eso, frivolizar sobre el drama en el que vive mucha gente como
victimas colaterales de una avaricia sin cara. Es que….
……Es que esta mañana me ha visitado, Alberto, el oncólogo de
planta. Hemos charlado brevemente de trivialidades antes del informe médico
diario. Alberto está preocupado porque su automóvil de fabricación alemana le
da repetidos fallos en la centralita. La crisis ha provocado que su montaje se
haya desviado a China y los estándares de calidad han bajado. Cuando se marcha,
estiro la cabeza rapada, para ver por el ventanal del cuarto 538. Todo en
apariencia sigue igual. La crisis es posible que no sea otra cosa que un tetrix
de valores. La mía, me ha enseñado a verla como una obra en varios actos en la
que el escenario, las luces, el atrezo, apenas importa. Lo que realmente
adquiere importancia es la calidad de mi interpretación antes de que el telón
se cierre entre bastidores.