Se lanza una y otra vez sin desmayo contra la vidriera de mi ventana. Lo hace con una agresividad impropia de su tamaño y de su especie, alada y empecinadamente. Golpea los cristales con su frágil cuerpecillo paseriforme, impulsado desde su posadero habitual, en un camelio que crece en la vertical de dicha ventana. Desde las primeras horas de la mañana y hasta bien entrada la tarde, se emplea a fondo, hasta el punto que temo desfallezca en el intento y se muera. Es un Carbonero Común e intenta construir su nido, pero no está dispuesto a permitir intromisiones en la intimidad de su casa. Lo que ve, no es otra cosa que su propio reflejo en los cristales, pero para él, ese que aletea en los vidrios frente a su incubadora, es un rival, un intruso, alguién a quién hay que desterrar de sus dominios. El carbonero se enfrenta a un invencible fantasma, a un reflejo irreductible, porque empleará la misma fuerza en resistir que la utilizada en ahuyentarle, al ser ambos la misma cosa, . Y pienso entonces en nosotros, obsesionados con un reloj omnipresente para entrar y salir de todos lados, por un compulsivo deseo de satisfacer lo inmediato, con esa meta que no va más alla de anhelos materiales detrás de una vitrina de cualquier centro comercial, pienso en nosotros, que nos irrita que el vecino tenga un coche de segmento superior al nuestro, que crispamos una reunión defendiendo los intereses partidistas de un político, al que le importa una mierda que ganes setecientos euros al mes, en todos nosotros que nos inventamos fantasmas y rivales absurdos, como el carbonero y que, hasta entonces, dejamos de ver lo que de verdad está lleno de enjundia en la vida.
Y en ese momento olvidas cómo se respira mejor, lo cálido que es un beso, hasta qué punto es reconfortante un abrazo o que no te duele nada. Olvidas a los olvidados. Por encima de cualquier propósito santón, pasando de beatificaciones y credos venenosamente jerarquizados, es curioso como nos volvemos devotos de fraudulentos profetas disfrazados de benefactores, de cadenas de consumo, de medios de comunicación tendenciosos, de procesos de producción alienantes. Somos ultras del equipo del barrio y desayunamos con el crupier de un casino. Olvidamos utilizar la nariz para intuir la primavera y nos apuntamos a un inverno siniestro de nieve en nuestras fosas.
Luchamos así con nuestro reflejo que no nos gusta y languidecemos contra una ventana cerrándole la espalda a la vida.
Siempre has tenido muchisimo vocobulario, siempre has sido capaz de unir ese vocabulario con el sentimiento.
ResponderEliminarSiempre has sido capaz de darle forma a las ideas creando hermosos parrafos, claros y al tiempo enigmáticos.
Siempre queda el regusto de que el texto, tanto prosa como verso, oculta algo mas a la espera de que des con ello.